11 Porque si aquello, que era pasajero, fue glorioso, ¡cuánto más
glorioso será lo permanente!
12 Teniendo, pues, esta esperanza, hablamos con toda valentía,
13 y no como Moisés, que se ponía un velo sobre su rostro para
impedir que los israelitas vieran el fin de lo que era pasajero...
14 Pero se embotaron sus inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy
perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se
ha levantado, pues sólo en Cristo desaparece.
15 Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está
puesto sobre sus corazones.
16 Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo.
17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor,
allí está la libertad.